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Channel: Historias del tren
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EL FERROCARRIL DE LA ROBLA CUMPLE 125 AÑOS (XIV)

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El 31 de mayo de 1923 entró en servicio el ferrocarril de León a Matallana. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
¡A LEÓN!
 
En principio, como su nombre indica, el ferrocarril de La Robla tenía su origen en este pueblo leonés. Para continuar a la capital de la provincia, era preciso trasbordar en este punto a los trenes de la Compañía del Norte que enlazaban León con Gijón.
El ferrocarril de León a Matallana formaba parte de un proyecto más ambicioso que pretendía enlazar Robla con los ferrocarriles de Asturias y con la red de los Ferrocarriles Secundarios de Castilla. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
La favorable coyuntura que atravesaba la compañía gracias a la mejora del tráfico provocada por la crisis energética de la Primera Guerra Mundial, impulsó a los rectores del ferrocarril de La Robla a construir un ramal desde Matallana que facilitase la unión directa con la capital leonesa. Sin embargo, en lugar de afrontar directamente la obra, decidieron constituir con esta finalidad una empresa filial: Industria y Ferrocarriles.
La estación de los Ferrocarriles Secundarios de Castilla en Palanquinos se encontraba a poco más de 20 kilómetros de León. Sin embargo, jamás se construyó el enlace con el ferrocarril de La Robla. Fotografía de Harald Navé
 
El 10 de septiembre de 1920 el gobierno otorgaba a Industria y Ferrocarriles la concesión para la construcción del ferrocarril de León a Matallana, que formaba parte de un proyecto más ambicioso, ya que estaba prevista, por un lado, su futura prolongación de Matallana a Figaredo, lo que habría permitido el enlace con el ferrocarril Vasco-Asturiano, y, por otro, de León a Palanquinos, donde conectaría con la amplia red de los Ferrocarriles Secundarios de Castilla, que llegaba hasta Palencia y Valladolid.
Salida de un tren de la estación de León hacia Bilbao. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Las previstas ampliaciones a Figaredo y Palanquinos nunca llegaron a materializarse. Por el contrario, los 29 kilómetros del tramo de León a Matallana se inauguraron el 31 de mayo de 1923. Desde entonces, fue posible viajar directamente de León a Bilbao, invirtiendo en el trayecto de 329 kilómetros, 11 horas y 35 minutos. Aunque pueda parecer mucho tiempo, la alternativa por la vía ancha de la Compañía del Norte superaba las catorce horas y, además, exigía un incómodo trasbordo en Venta de Baños.
Plano de la red explotada por Ferrocarriles de La Robla, S.A. y su filial Industria y Ferrocarriles. Dibujo de Pedro Pintado Quintana
 
 
 
 
 


UTRILLAS, UN GRAN EJEMPLO PARA TODOS

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4 de diciembre de 2017, inauguración del tren minero de Utrillas hasta el antiguo Hospital Minero. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi

La preservación, mantenimiento y explotación del rico patrimonio histórico que ha generado nuestro ferrocarril en más de siglo y medio de actividad sobre carriles es, sin duda, una tarea compleja en nuestro país. Lo que en Gran Bretaña, Francia o Alemania se nos antoja que debe ser algo sencillo, en España parece un imposible y, en consecuencia, con excesiva frecuencia cunde el desánimo entre los amigos del ferrocarril. Y sin embargo, hay experiencias que demuestran que con una voluntad firme es posible alcanzar metas similares a las que resultan cotidianas para nuestros vecinos del norte de los Pirineos. El más veterano, el tren de Arganda es una brillante realidad desde hace años. Más joven, pero igual de pujante es el caso del tren minero de Utrillas, donde el trabajo coordinado de instituciones y aficionados ha logrado poner en el mapa esta pintoresca localidad turolense de rico pasado minero.
El tren inaugural asciende majestuoso por el nuevo trazado del Hospital hacia el pozo Santa Bárbara. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi

Ciertamente, no es común en España que la iniciativa de unos sea continuada e incluso mejorada por otros. Afortunadamente, éste no ha sido el caso de Utrillas, donde hace ya quince años la corporación municipal dio los primeros pasos para la recuperación de su disperso patrimonio minero. Diferentes gobiernos municipales, de distintos colores políticos han sabido mantener y enriquecer el impulso inicial que hoy, 4 de diciembre de 2017, día de Santa Bárbara, patrona de los mineros, se ha confirmado con la apertura de un nuevo tramo del tren minero que inició su andadura en el otoño de 2012, en concreto, entre la estación del Mirador y la del antiguo Hospital Minero, hoy Museo de la Ciencia y Arqueología Minera.
El trabajo de los voluntarios incluye la realización de maniobras mediante el sistema de tracción más antiguo del mundo: el motor de sangre. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi

La colaboración institucional con los amigos del ferrocarril ha sido fundamental en la feliz materialización de este proyecto. Desde el papel pionero de José María Valero, que hace más de treinta años logró preservar la única locomotora del tren minero de Utrillas que se conserva en nuestro país, así como su no menos valioso coche de viajeros, popularmente conocido como el "tranvía" al contar con una campana similar a la de estos vehículos de transporte urbano, utilizada en el pasado para anunciar su presencia cuando sigiloso se desplazaba por gravedad en este mismo trayecto ferroviario, hasta los socios de la Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y el Tranvía, que han aportado sus amplios conocimientos y, sobre todo, el trabajo voluntario que, desde 2012, da vida a este precioso proyecto. 
El proyecto del tren minero de Utrillas ha permitido recuperar locomotoras de vapor y diésel de gran valor histórico. fotografía de Juanjo Olaizola Elordi

La brillante experiencia de Utrillas demuestra que con voluntad y entendimiento entre nuestras instituciones y los amigos del ferrocarril, no hay retos imposibles. Lo que nos maravilla del norte de los Pirineos es también posible al sur y no solo en las proximidades de las grandes aglomeraciones urbanas como es el caso de Arganda, sino también en rincones a priori tan apartados como Utrillas, donde el tren minero ya se ha convertido en una magnífica herramienta para dinamizar las antiguas comarcas mineras turolenses. ¡Felicidades por el impresionante trabajo realizado!
Finalizado el servicio inaugural, la histórica locomotora de vapor "Hulla" entra en el taller, donde recibirá los cuidados de los amigos del ferrocarril. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi



EL FERROCARRIL DE LA ROBLA CUMPLE 125 AÑOS (XV)

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Retrato del ingeniero militar Alejandro Goicoechea Omar, jefe de tracción del ferrocarril de La Robla. Archivo de Radio Televisión Española

EL TALGO NACE EN EL FERROCARRIL DE LA ROBLA
Hoy en día, los trenes TALGO recorren a alta velocidad las vías de medio mundo; Rusia, Alemania, Bosnia, Uzbekistan, Kazajistan, Estados Unidos, Arabia Saudí y, por supuesto, España. Gracias a una tecnología que conjuga el bajo centro de gravedad de sus coches con el guiado automático de sus ruedas, estos trenes ofrecen un peso reducido y, por consiguiente, son más ligeros y accesibles.
Alejandro Goicoechea consideraba que los vagones del ferrocarril de La Robla eran muy pesados en comparación con la carga que transportaban. Fondo Mariano de Corral. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Las siglas TALGO corresponden a Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol. Alejandro Goicoechea fue el ingeniero que lo diseñó y Luis Oriol Urigüen el empresario que financió su construcción.
Los primeros trabajos de Alejandro Goicoechea se encaminaron a reducir el peso de los vagones del ferrocarril de La Robla. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Alejandro Goicoechea, nacido en Elorrio el 23 de marzo de 1895, era un ingeniero militar que en 1921 pasó a trabajar como responsable del material móvil del Ferrocarril de La Robla. En este puesto tomó conciencia de la necesidad de aligerar los vehículos ferroviarios para que pudieran admitir una mayor carga de carbón. Sus inquietudes se plasmaron en varias patentes para la construcción de vagones ligeros realizados mediante soldadura, fabricados en los talleres de Balmaseda. Posteriormente, amplió sus experiencias al diseño de sistemas de rodaje con guiado automático.
El 29 de noviembre de 1936 Alejandro Goicoechea fue cesado por el Gobierno Vasco en su cargo de jefe de material móvil de La Robla al sospecharse su afinidad con los sublevados. Incomprensiblemente, poco después se contó con él para el diseño de las defensas de Bilbao. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
La Guerra Civil interrumpió los estudios de Goicoechea. Al encontrarse en la zona leal al gobierno de la República, trabajó como ingeniero militar en el diseño de las defensas de Bilbao, el famoso Cinturón de Hierro, pero semanas antes del ataque franquista, se pasó al enemigo. Sus buenas relaciones con los vencedores contribuyeron, sin duda, a que continuara con sus proyectos, primero en la Compañía Nacional del Oeste y más tarde en Renfe, que se materializaron en un prototipo ensayado entre 1942 y 1944. En 1950 se construyó el primer tren para servicio comercial que daría paso a una constante evolución hasta los modernos trenes de alta velocidad.
Los primeros trenes TALGO se construyeron en Estados Unidos. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

EL FERROCARRIL DE LA ROBLA CUMPLE 125 (XVI)

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Los ferroviarios agudizaron su ingenio para poder comer caliente en sus largas jornadas de trabajo. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
OLLAS Y PUTXERAS
 
Una de las señas de identidad más características del ferrocarril de La Robla es el gran arraigo que han adquirido las «putxetas», también denominadas «ollas ferroviarias», a lo largo de toda la línea del viejo hullero. No hay fiesta popular en las principales localidades atendidas por este tren que no cuente entre sus actividades con un concurso gastronómico de guisos preparados con estos singulares utensilios de cocina. De hecho, su popularidad es tal que, en diversas ocasiones, se ha llegado a afirmar que fue inventado por los ferroviarios de esta línea.
Concurso de Putxeras ferroviarias en Balmaseda. Archivo El Correo
Cistierna también celebra concursos de gastronomía ferroviaria. Archivo Diario de León
 
No cabe duda que las largas horas de servicio a bordo de las locomotoras debieron avivar la imaginación de los ferroviarios para poder comer caliente. Teniendo junto a ellos un gigantesco generador de vapor, la caldera de la locomotora, es fácil suponer que pronto idearon un sistema para aprovechar esta fuente de calor. La solución era sencilla: forrar una olla metálica de modo que se conformaba una cámara en la que se introducía el vapor de la caldera. De este modo, y con el constante traqueteo de la locomotora, se cocinaban lenta y pausadamente los mejores guisos. Este rudimentario sistema de cocina se ha utilizado en todo el mundo y, de hecho, es posible ver equipos similares conservados en museos ferroviarios de Portugal, Alemania o Gran Bretaña.
Puchera utilizada por Graciliano Díaz, maquinista de la Compañía del Norte de Valladolid. Archivo del Museo Vasco del Ferrocarril
Ollas ferroviarias utilizadas por los ferroviarios portugueses y hoy expuestas en el museo del ferrocarril de Entroncamento. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
Evidentemente, este sistema de cocina solo era válido para la tripulación de la locomotora, pero no para el resto del personal del tren que, en el pasado, era bastante abundante: jefe de tren, interventor, guardafrenos, etc... La originalidad del ferrocarril de La Robla consiste en haber inventado un nuevo soporte para la olla, que podía ser alimentado con las brasas calientes que, en las paradas, les proporcionaba el fogonero de la locomotora. De este modo, las «ollas ferroviarias» o «putxetas» se convirtieron en un sistema sencillo y eficaz con el que los ferroviarios pudieron compatibilizar su duro trabajo con una alimentación sabrosa y saludable.
Olla ferroviaria utilizada por los maquinistas y fogoneros de La Robla. Archivo del Museo Vasco del Ferrocarril
 
Moderna putxera ferroviaria que sigue la tradición de los ferroviarios de La Robla. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
 

EL FERROCARRIL DE LA ROBLA CUMPLE 125 AÑOS (XVII)

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El incremento del tráfico de mercancías en los años veinte obligó a adquirir locomotoras de mayor potencia, como las espectaculares máquinas articuladas “Garrat”. Archivo del Museo Vasco del Ferrocarril
 
REVOLUCIÓN Y GUERRA CIVIL
 
En 1928 los Bancos Vizcaya y Bilbao adquirieron el 90% del capital del Ferrocarril de La Robla. Prácticamente al mismo tiempo, la empresa ferroviaria compró las acciones de uno de sus principales proveedores y clientes: Hulleras de Sabero. Recapitalizada y con el control de una de las principales empresas mineras de la zona, el futuro parecía prometedor, pero en 1929 estalló una crisis financiera mundial que en España se vio agravada por la crisis política provocada por la caída de la Dictadura de Primo de Rivera, el fin de la Monarquía y la instauración de la República.
Obligación de la Compañía de los Ferrocarriles de La Robla emitida en 1925. A partir de 1928 los Bancos Vizcaya y Bilbao tomaron el control de la empresa. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
La crisis de los años treinta trajo consigo la caída de la demanda del carbón, aunque en el caso de La Robla se pudo compensar gracias a las políticas del gobierno para fomentar el consumo de combustibles nacionales. Sin embargo, el desarrollo del transporte por carretera arrebató al tren buena parte de los viajeros y las mercancías, comprometiendo la situación económica del ferrocarril.
En los años veinte, la Compañía de los Ferrocarriles de La Robla tomó el control de uno de sus principales clientes: Hulleras de Sabero. Fotografía de Martin Dieterich
 
La inestabilidad política de la época también tuvo su reflejo en el tren de la Robla. Durante la revolución de octubre de 1934 se destruyó el puente sobre el Ebro, interrumpiendo el tráfico ferroviario durante más de un mes. Dos años más tarde, el estallido de la Guerra Civil dividió la línea en dos sectores: de Bilbao hasta Mataporquera, situada en la zona leal al Gobierno de la República, y de  Cillamayor hasta La Robla y León, en manos de los rebeldes.
El puente sobre el Ebro fue destruido durante la revolución de octubre de 1934. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Durante más de trece meses el tráfico entre León y Bilbao se mantuvo interrumpido. Tras la caída de Bilbao y Cantabria, en el verano de 1937, fue posible reanudar el servicio y el 28 de agosto de 1937 circuló el primer tren correo a lo largo de toda la línea.
El 28 de agosto de 1937 se recuperó el servicio ferroviario suspendido tras el inicio de la Guerra Civil. Fotografía de Harald Navé
 
Muchos de los trabajadores del ferrocarril de La Robla, leales al gobierno de la República, fueron depurados por los franquistas y sancionados con diversas penas, incluida la pérdida del puesto de trabajo. Otros perdieron la vida en acciones de guerra, como el ataque de guerrilleros republicanos que el 20 de diciembre de 1936 atacaron un tren entre Matallana y La Vecilla, en el que murieron el maquinista y el fogonero.
Muchos ferroviarios de La Robla fueron víctimas de la represión franquista. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
 
 

EL FERROCARRIL VASCO-NAVARRO

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Intervención de los billetes en el último tren del ferrocarril Vasco-Navarro. 31 de diciembre de 1967. Fotografía de José L. Larrión

Un día como hoy, hace ahora medio siglo, circulaba el último tren del ferrocarril Vasco-Navarro. Su amplia red de vía métrica, de prolongada génesis, ya que la construcción de su traza, iniciada en 1887 no se concluyó hasta 1927, es decir, cuarenta años, y relativamente breve existencia, ya que tan solo se mantuvo en explotación completa durante otros cuarenta años, fue una de las más completas y mejor equipadas de toda la vía métrica del norte peninsular.

El proyecto para construir un ferrocarril que uniera, por una parte, Vitoria con Estella y, por otra, la capital alavesa con Bergara, punto desde el que se podía continuar viaje en tren hacia Bilbao o San Sebastián, fue promovido por los vitorianos Joaquín y Juan José Herrán que, el 22 de marzo de 1879 impulsaron la creación de una comisión gestora a fin de difundir el proyecto y lograr los necesarios apoyos políticos y económicos. Las gestiones pronto vieron sus frutos, y la Ley Especial de 9 de Junio de 1882 otorgó la concesión para el estudio del citado ferrocarril a Wenceslao Martínez y a Joaquín Herrán. Posteriormente, el primero transfirió todos sus derechos a Joaquín Herrán por Real Orden de 19 de Mayo de 1885.

Inmediatamente Joan José y Joaquín Herrán intentaron incentivar a los inversores locales y solicitaron subvenciones a las Diputaciones de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra así como a los ayuntamientos afectados. Sin embargo, las instituciones únicamente apoyaron el proyecto con buenas palabras, pero sin los necesarios compromisos económicos, por lo que fue necesario recurrir al capital británico, con el que constituyeron, el 25 de Mayo de 1886, la Compañía The Anglo Vasco Navarro Company Limitedcon domicilio en Londres y un comité de gestión con residencia en Vitoria. El 14 de Mayo de 1888, la nueva empresa se hizo cargo de la concesión definitiva del ferrocarril.

Tren de visita a las obras del ferrocarril Vasco-Navarro, retratado el 20 de enero de 1888 en la estación de Vitoria-Ciudad. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

El 20 de Enero de 1887 con gran boato y ante la presencia numerosas autoridades políticas, religiosas y militares, comenzaron en Vitoria, precisamente en los terrenos que hoy día ocupa la avenida de Los Herrán, las obras del nuevo ferrocarril. Lamentablemente, los trabajos pronto se vieron frenados por problemas técnicos y financieros, de modo que se desarrollaron a un ritmo muy lento y en dos años tan sólo lograron poner en servicio el tramo de 18 kilómetros comprendido entre Vitoria-Ciudad y Salinas de Léniz, inaugurado el 13 de Febrero de 1889.

El tendido de vías hacia Gipuzkoa continuó a pesar de las dificultades financieras. Así, el 23 de Septiembre de 1893 llegaba a la estación de Eskoriatza el primer tren de trabajos cuya locomotora de vapor remolcaba vagones de todo tipo y algunos coches de viajeros en los que se acomodaban directivos del Anglo-Vasco. Sin embargo, la construcción de este difícil tramo adolecía de graves defectos, por lo que no fue posible su inmediata puesta en servicio. Además, la empresa concesionaria no había satisfecho pago alguno por la ocupación de los terrenos de este trayecto, de modo que los vecinos afectados reclamaron sus derechos a los tribunales. Ante la ilegalidad de la situación, el Juzgado de Bergara autorizó a los propietarios indebidamente expropiados a levantar los carriles.

La compañía del ferrocarril Anglo-Vasco-Navarro llegó a tender la vía hasta la estación de Eskoriatza. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

La situación del ferrocarril era cada día más delicada y finalmente, el 2 de Mayo de 1897, los trabajadores abandonaron la explotación del único tramo en servicio, entre Vitoria y Salinas de Léniz, debido al impago de sus haberes durante más de ocho meses. Este hecho motivó que el Estado procediera de inmediato a la incautación de la línea y a la total reorganización de la explotación a partir del día siguiente. El Vasco-Navarro se convertía tras estos acontecimientos en el primer ferrocarril de vía estrecha incautado y explotado directamente por el Estado.

En el momento de la incautación, el Anglo-Vasco ofrecía un panorama desolador. El informe redactado por la Primera División de Ferrocarriles del Estado no podía ser más elocuente: “Las obras de construcción de la línea se llevaron por la Compañía de una manera deplorable. Aquello era una sima en la que se echaba dinero sin que se viese nada hecho. Hubo terraplenes que se construyeron sobre un metro de nieve y, como es natural, se caían y había que volverlos a hacer. Dos años y medio se invirtieron en hacer los 18 primeros kilómetros, donde ni siquiera había túneles. Se ocupaban terrenos sin pagarlos ni expropiarlos siquiera; se amontonaban los litigios y los disgustos ....”.

Las primeras locomotoras de vapor del ferrocarril Vasco-Navarro fueron construidas por la firma británica Falcon. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

Tras la paralización de las obras se inició el trámite administrativo para la resolución de la caducidad de la concesión, aprobada por Real Orden de 28 de Junio de 1901. Posteriormente se procedió a la tasación de las obras e instalaciones realizadas para proceder a su subasta con objeto de encontrar un nuevo concesionario que concluyera los trabajos y explotara el servicio. Sin embargo, la delicada situación del ferrocarril y las escasas expectativas de tráfico, principalmente en el tramo de Vitoria a Estella, motivaron que las tres subastas realizadas quedaran desiertas. Finalmente, el Estado procedió a la incautación definitiva de la línea mediante la Real Orden del 3 de Octubre de 1903. Esta medida, aseguraba, en principio, la construcción del tren por cuenta del Gobierno central, pero no establecía plazo alguno para ello.

Con las obras totalmente paralizadas, la Diputación de Álava solicitó al gobierno central el 13 de Noviembre de 1903, la cesión de la concesión así como de todas las obras construidas y el material fijo y móvil existente, con la pretensión de crear una empresa explotadora que contara con el apoyo económico de las instituciones afectadas por su trazado. Sin embargo, la propuesta alavesa no logró en principio el apoyo de las diputaciones de Gipuzkoa y Navarra, por lo que el Estado optó por volver a subastar la concesión durante el primer trimestre de 1904.

El nuevo concurso quedó desierto, por lo que, ante el fracaso de la convocatoria, las Diputaciones de Álava Gipuzkoa y Navarra intentaron buscar un entendimiento a fin de ofrecer subvenciones y otras ventajas que hicieran más atractiva la construcción del ferrocarril al capital privado. De hecho, empresas belgas y británicas mostraron cierto interés, pero cuando el 13 de Mayo de 1910 se realizó una nueva subasta de la concesión, ésta volvió a quedar desierta. También fracasó la inclusión de la línea en la Ley de Ferrocarriles Secundarios, lo que suponía una garantía de interés del 5% a la inversión realizada en la construcción de la línea, medida que tampoco sirvió para atraer el capital necesario.

En 1914 se reanudaron las obras del Vasco-Navarro, con la construcción del ramal de enlace con el ferrocarril del Norte, inaugurado en 1915. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial en la economía española sirvieron para despertar al Vasco-Navarro de su largo letargo. En los primeros meses del conflicto, España vivió una grave crisis económica y, como secuela, un notable aumento del desempleo. La realización de obras públicas era, en la época, un buen recurso para generar empleo y, por tanto, el gobierno decidió reactivar las obras de construcción. En todo caso, no debe olvidarse que en aquel momento el presidente del Consejo de Ministros era Eduardo Dato que, aunque natural de A Coruña, había sido elegido Diputado por Álava. De este modo, de forma inesperada, y sin convocar subasta de ningún tipo, autorizó a la División de Ferrocarriles del Ministerio de Fomento la construcción de un ramal de enlace entre la estación de Vitoria-Ciudad y la terminal de la Compañía del Norte en la capital alavesa. Esta vía no exigió obras de importancia, salvo la construcción de un paso elevado sobre el ferrocarril del Norte y fue inaugurada el 22 de Septiembre de 1915.

Entre tanto, la Primera División de Ferrocarriles del Estado emprendió las obras de reconstrucción del tramo comprendido entre Salinas de Léniz y Eskoriatza. Sin embargo, el desarrollo de los trabajos se veía limitado por las escasas partidas presupuestarias consignadas al efecto y por ello la Diputación de Álava sugirió a sus hermanas de Gipuzkoa y Navarra colaborar con el Gobierno Central en la financiación de la construcción mediante anticipos reintegrables del Cupo que debían abonar a la Hacienda estatal las Haciendas provinciales. Curiosamente, casi un siglo más tarde se ha elegido la misma fórmula para la construcción del tramo guipuzcoano de la nueva red ferroviaria vasca, la “Y ferroviaria”, línea que podría considerarse como una reedición del histórico Vasco-Navarro, adaptada a las necesidades actuales.

Inauguración de la sección de Vitoria a Mekolalde. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

La propuesta de las Diputaciones podía por fin desbloquear la situación del Vasco-Navarro, pero su aceptación por el Estado no fue tarea fácil y posiblemente no se hubiera logrado sin el indudable apoyo que ofreció a la idea Eduardo Dato. Finalmente, una Ley aprobada el 12 de Julio de 1916 autorizó un primer anticipo por valor de 2.550.000 pesetas, otorgado por las Diputaciones de Álava y Gipuzkoa para la financiación del tramo Salinas de Léniz a Mekolalde, punto donde definitivamente se propuso el empalme con la línea de los Ferrocarriles Vascongados que permitiría la conexión con Bilbao y San Sebastián.

Solucionada la financiación de las obras, los trabajos de construcción del ferrocarril adquirieron finalmente el ritmo adecuado, lo que permitió que el 3 de Septiembre de 1919 se pudiera inaugurar la sección de Vitoria a Mekolalde.

En los discursos inaugurales del ferrocarril de Vitoria a Mekolalde se anunció la habilitación de un nuevo crédito de 400.000 pesetas para la continuación de los trabajos en la sección de Vitoria a Estella. Asimismo, a propuesta de la Diputación de Gipuzkoa, se iniciaron los estudios para la construcción de un ramal entre la estación de San Prudencio y Oñate. Una nueva Ley aprobada el 5 de Marzo de 1920 autorizó un crédito del Gobierno por importe de quince millones para la ejecución del tramo Vitoria-Estella, dejando la puerta abierta a nuevos préstamos de las Diputaciones. Por su parte, la Diputación de Guipúzcoa, otorgó un anticipo de 1.460.000 pesetas para la construcción del ramal de San Prudencio a Oñate.

En 1923 se inauguró el ramal de San Prudencio a Oñate. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

Para la gestión del proceso de construcción, el Ministerio de Fomento delegó todas sus atribuciones en una Junta de Obras constituida el 29 de Abril de 1920. Como ingeniero-director de la misma se nombró a Alejandro Mendizábal Peña, persona fundamental en la historia del Vasco-Navarro ya que no solo dirigió la finalización de las obras, sino que posteriormente siguió rigiendo los destinos de la línea al ser designado director de la Explotación de Ferrocarriles del Estado, cargo en el que se mantuvo hasta el año 1956.

Mientras se desarrollaban los trabajos en el tramo Vitoria-Estella, el 12 de Octubre de 1921 se inició la construcción del ramal de Oñate a San Prudencio, cuya inauguración tuvo lugar el 30 de Septiembre de 1923.
Tren inaugural de la sección de Vitoria a Estella, abierta al servicio el 23 de septiembre de 1927. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril


La construcción del tramo de Vitoria a Estella todavía sufrió dificultades de diversa índole. En el aspecto financiero, las asignaciones realizadas desde los presupuestos del estado no resultaron suficientes, por lo que mediante los Reales Decretos del 20 de Enero de 1922 y de 6 de Septiembre de 1925 se autorizaron nuevos anticipos de las Diputaciones de Álava y Navarra. En el aspecto técnico, la modificación de los deficientes proyectos originales y las complicaciones ofrecidas por el terreno, principalmente en el paso por Laminoria, ralentizaron el ritmo de los trabajos. Además, en 1923 la Junta de Obras sugirió la electrificación de esta sección a fin de abaratar al máximo los futuros costes de explotación, ya que no se esperaban grandes tráficos. La propuesta fue aprobada mediante la Real Orden del 8 de Agosto de 1924. El 23 de Septiembre de 1927 entraba en servicio, provisionalmente con tracción vapor, el tramo Vitoria-Estella y finalmente, el 21 de Diciembre de 1929 se inició la explotación con tracción eléctrica.

Las mejoras en el Vasco-Navarro prosiguieron en los siguientes años y gracias a nuevos convenios de colaboración con las diputaciones de Álava y Gipuzkoa, se pudo financiar la electrificación de la sección de Vitoria a Mekolalde y del ramal de San Prudencio a Oñate, puesta en tensión el 20 de febrero de 1938. Diez años más tarde, su red se extendió hasta el Santuario de Estíbaliz, con un pequeño ramal de dos kilómetros inaugurado el 2 de marzo de 1948.

Invitación a la inauguración de la electrificación de Vitoria a Mekolalde. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

Completamente electrificado y dotado de un parque de material móvil moderno, el Vasco-Navarro prestó un eficaz servicio de transporte de viajeros y mercancías a las comarcas servidas por sus vías de ancho métrico. Lamentablemente, pese al importante tráfico que registraban sus trenes, con 1.883.800 viajeros en 1966 o 232.800 toneladas movilizadas en 1962, los resultados de explotación fueron negativos desde 1946. En consecuencia, en 1967 una orden emitida desde las oficinas de Feve en Madrid decretó el cierre de toda la red para la última noche del año y el 31 de diciembre, bajo una intensa nevada circularon sus últimos trenes.
Trasbordo de viajeros en la estación de San Prudencio. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril


EL FERROCARRIL DE LA ROBLA EN SU 125 ANIVERSARIO (XVIII)

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En 1948 el ferrocarril de La Robla alcanzó el máximo de viajeros en un año, con cerca de millón y medio de pasajeros transportados. Fotografía de Harald Navé
 
AUGE Y DECANDENCIA
 
El ferrocarril de La Robla vivió en la inmediata posguerra sus años más prósperos. La emigración hacia Bilbao de muchos de los habitantes de los pueblos recorridos por la línea, así como el estraperlo y la busqueda de alimentos de primera necesidad llenaron sus trenes de viajeros que, en 1948, batieron el récord histórico de demanda, con 1.450.984 viajeros. Por su parte, la recuperación de la industria incrementó la demanda del carbón de las minas palentino-leonesas. En 1958 el hullero transportó 908.646 toneladas.
El transporte de mercancías alcanzó su cénit en 1958. Fotografía de Harald Navé
 
La constante mejora del tráfico permitió a la empresa ferroviaria compensar el notable aumento de los gastos de explotación, sobre todo, de la mano de obra, cuyos salarios incrementaba por decreto el gobierno franquista, al mismo tiempo que impedía a las compañías concesionarias actualizar las tarifas con el propósito de contener la galopante inflación que, en aquellos años, caracterizó a la economía española.
En los años cincuenta se inició la progresiva sustitución de las locomotoras de vapor por las diésel. Fotografía de Peter Willen
 
La progresiva mejora de la situación económica del país resultó contraproducente para el ferrocarril de La Robla. La motorización de la sociedad, con el popular Seat 600, y la proliferación de autobuses restaron viajeros a sus trenes, de modo que en 1971 solamente fueron utilizados por 671.269 viajeros. Al mismo tiempo, la implantación de nuevas fuentes de energía, como la electricidad y los derivados del petróleo, redujeron el protagonismo del carbón y, pese a la irrupción en 1964 de un gran consumidor en la zona, la central térmica de Velilla en Guardo, ese mismo ejercicio de 1971 el viejo hullero solo transportó 510.269 toneladas.
Para financiar la compra de nuevas locomotoras, el ferrocarril de La Robla vendió a la chatarra todas sus locomotoras de vapor. Fotografía de Juan Bautista Cabrera. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
La caída de la demanda provocó que el ferrocarril dejara de ser rentable. En 1967 la empresa repartió por última vez dividendos a sus accionistas y en 1972 se vio obligada a renunciar a su explotación. El 6 de marzo de dicho año la empresa pública FEVE se hizo cargo del servicio.
La aparición de nuevos tráficos, como el transporte de las arenas de Arija, no impidió la ruina del ferrocarril de La Robla. Fotografía de Rafael Fernández-Llebrez Puché
 
 

EL FERROCARRIL DE LA ROBLA EN SU 125 ANIVERSARIO (XIX)

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Cuando FEVE se hizo cargo del ferrocarril de La Robla, sus instalaciones y material móvil presentaban un estado de conservación muy deficiente y los descarrilamientos eran frecuentes. Fotografía de Txema Rodríguez Gil

LARGOS AÑOS DE ZOZOBRA
 
Cuando FEVE asumió el ferrocarril de La Robla, sus instalaciones y material móvil presentaban un estado de conservación muy deficiente, tras largos años sin mejoras relevantes, salvo las diez locomotoras diésel americanas adquiridas por la antigua concesionaria en 1965. La constante caída del tráfico de viajeros y mercancías no invitaba al optimismo ante la escasa rentabilidad previsible para las necesarias inversiones de modernización.
Pese a la integración en la empresa estatal FEVE, las amenazas de cierre del ferrocarril de La Robla han sido constantes. El Correo, 12 de julio de 1977. Archivo de Mikel Iturralde
En junio de 1975 se suprimió el servicio ferroviario en la antigua línea de La Robla entre Balmaseda e Irauregi. Abandonada estación de Sodupe. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
En junio de 1975 FEVE decidió suprimir el tramo del ferrocarril de La Robla comprendido entre Balmaseda e Irauregi, al ser prácticamente paralelo al histórico tren del Cadagua, también en manos de FEVE desde 1962. A partir de 1977 los rumores del inminente cierre de la línea se hicieron cada vez más insistentes, aunque la empresa estatal realizó algunas mejoras como la introducción de modernas locomotoras y vagones de mercancías, así como nuevos automotores diésel para mejorar el confort y los tiempos de viaje.
FEVE mantuvo en servicio la sección de Irauregi a Lutxana para garantizar el acceso ferroviario a Arenas de Arija y a Altos Hornos de Vizcaya. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
Pese al cierre de la línea, decretado en diciembre de 1991, se mantuvo el transporte de mercancías, como es el caso de la arena de Arija. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
Pese a las mejoras en el material móvil, el deficiente estado de la vía condujo a la supresión total del servicio de viajeros entre Matallana y Bercedo a partir del 27 de diciembre de 1991. Sin embargo, se mantuvo la posibilidad de transportar mercancías por lo que los trenes de arena procedentes de Arija siguieron circulando a diario hacia Bilbao.
La recuperación del tráfico de carbón en 1996 impulsó la definitiva reapertura del Ferrocarril de La Robla. Fotografía de Marcos Maté Luna
En 1994 se recuperó el servicio de viajeros entre León y Guardo. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
Comprometidos con su ferrocarril, los trabajadores de La Robla aprovecharon la coyuntura para lograr ganar un concurso para el transporte de carbón de importación a la central térmica de Vecilla. A partir de 1996 el carbón en lugar de bajar, subió de la costa al interior. Al mismo tiempo, gracias a acuerdos con los sindicatos y las autoridades de Castilla y León, se recuperó progresivamente el tráfico de viajeros, primero, entre Matallana y Cistierna el 26 de noviembre de 1993, para llegar hasta Guardo el 18 de octubre de 1994. Finalmente, el 30 de mayo de 2003, tras la mejora integral de toda la vía, los trenes de viajeros volvieron a circular entre León y Bilbao, incluidos los servicios turísticos del Transcantábrico y del nuevo Expreso de La Robla.
El 30 de mayo de 2003 se procedió a la completa reapertura del Ferrocarril de La Robla. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
El Transcantábrico recorre habitualmente la línea de La Robla. Fotografía de Marcos Maté Luna
 
A partir del 1 de enero de 2013 la antigua FEVE se integró en las empresas públicas Renfe y Adif. La primera opera los servicios de viajeros y mercancías y la segunda gestiona sus infraestructuras. Sin embargo, cuando se cumplen 125 años de los primeros servicios del tren de La Robla entre Espinosa de los Monteros y Balmaseda, el futuro de esta histórica línea sigue en cuestión ante la caída del tráfico de carbón y arenas y la escasa demanda de sus trenes de viajeros, agravada por decisiones incomprensibles como la supresión del acceso ferroviario al corazón de León.
El cambio más reciente en el histórico Ferrocarril de La Robla es fruto de una sentencia del Tribunal Constitucional, por el que en 2018 la sección de Irauregi a Lutxana pasará a ser gestionada por EuskoTren y ETS. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi


EL FERROCARRIL DE LA ROBLA EN SU 125 ANIVERSARIO (XX)

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Estación de León. Fotografía de Juan Bautista Cabrera
 
LAS ESTACIONES
 
Las estaciones son el punto de encuentro entre el viajero y el tren. Por ello, los promotores del ferrocarril de La Robla decidieron establecer sus estaciones y apeaderos en las proximidades de los principales núcleos de población atendidos por la línea.
El Ferrocarril de La Robla estableció sus talleres principales en Balmaseda. Fotografía de Xavier Santamaría
La estación de Cistierna también contó con un importante depósito de locomotoras. Fotografía de Thierry Leleu
 
En origen, el ferrocarril de La Robla contaba con 34 estaciones y apeaderos. Las más importantes eran las de La Robla, punto de origen de la línea y enlace con el ferrocarril de León a Gijón de la Compañía del Norte; Cistierna, en el kilómetro 54,271, conexión con el ramal minero de Hulleras de Sabero; Mataporquera, en el kilómetro 164,400, empalme con la línea de Palencia a Santander de la Compañía del Norte, y Balmaseda, en el kilómetro 283,342, final de la línea y enlace con el ferrocarril del Cadagua.
Situada en el centro de la línea, Mataporquera destacó por ser el punto de enlace con la línea de vía ancha de Alar del Rey a Santander. Fotografía de Trevor Rowe
Mataporquera también contó con un pequeño depósito de locomotoras. Fotografía de Trevor Rowe
 
El ferrocarril de La Robla estableció en la estación de Balmaseda sus talleres principales donde no sólo se reparaban las locomotoras de vapor, los vagones y los coches de viajeros, sino que también se llegaron a construir vehículos tanto para su propio servicio como para otras empresas ferroviarias. Además, en Cistierna se estableció un depósito de locomotoras con su correspondiente taller.
Estación de Lutxana, enlace con el ferrocarril de Bilbao a Portugalete y con la red ferroviaria de Altos Hornos de Vizcaya. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
Tren de mercancías en la estación de Pedrosa. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
La inauguración de la línea entre Balmaseda y Lutxana-Barakaldo supuso la puesta en servicio de otras cinco estaciones, siendo la más importante la de Lutxana, situada en el kilómetro 311,930, común con la compañía del ferrocarril de Bilbao a Portugalete y enlace con la red ferroviaria de Altos Hornos de Vizcaya. Por su parte, la construcción del ramal de León a Matallana implicó la apertura de otras seis estaciones y apeaderos.
Automotor MAN fotografiado en la estación de Bercedo-Montija. Fotografía de Marcos Maté Luna
 
La estación de Arija ha adquirido gran relevancia gracias al tráfico de arenas. Fotografía de Marcos Maté Luna
 
Con el paso del tiempo se abrieron nuevas estaciones y apeaderos, mientras que el desarrollo del tráfico incrementó la importancia de algunas de las existentes. Este fue el caso de la de Dosante-Cidad, donde se estableció un importante enlace con el ferrocarril de Santander al Mediterráneo, o el de Arija, que experimentó un notable crecimiento del transporte de arenas con destino a la industria siderúrgica y vidriera vasca.
 


Estaciones del ferrocarril de La Robla a Balmaseda y prolongación a Lutxana

Kilómetro

Nombre

Kilómetro

Nombre

0,000

La Robla

188,281

Las Rozas

6,000

Rabanal de Fenal

192,743

Llano

10,867

Matallana

196,362

Arija

14,367

La Valcueva

203,604

Cabañas de Virtus

18,237

Aviados

205,445

Soncillo

20,925

La Vecilla

211,030

Robredo-Ahedo

30,196

Boñar

215,674

Dosante-Cidad

32,985

La Losilla

218,754

Pedrosa de Valdeporres

37,623

Barrillos

225,225

Sotoscueva

43,576

La Ercina

231,326

Redondo

46,235

Yugueros

238,448

Espinosa de los Monteros

54,204

Cistierna

240,520

Quintana de los Prados

56,172

Sorriba

245,233

Bercedo-Montija

63,203

Valle de las Casas

251,744

La Silla

66,300

La Llama de la Guzpeña

255,113

Cantonad

69,503

Prado de la Guzpeña

258,140

Cadagua

74,808

Puente Almuhey

261,068

Vigo-Siones

83,510

Valcuende

265,104

Anzo

86,547

La Espina

268,233

Mercadillo-Villasana

97,016

Guardo

270,163

Menamayor

98,324

Guardo-apeadero

273,815

Ungo-Nava

107,298

Santibáñez de la Peña

278,984

Arla-Berrón

113,120

Villaverde-Tarilonte

283,796

Balmaseda

120,263

Castrejón de la Peña

289,664

Ibarra

130,936

Vado-Cervera

290,433

Zalla

141,329

Salinas de Pisuerga

292,290

Güeñes

151,164

Cillamayor

298,597

Sodupe

155,311

Cordovilla

302,103

La Cuadra

164,392

Mataporquera

306,213

Irauregi

173,729

Los Carabeos

311,930

Lutxana

181,025

Montes Claros
  

Ramal de León a Matallana

Kilómetro

Nombre

Kilómetro

Nombre

0,000

León

18,090

Manzaneda

5,590

Villaquilambre

22,188

Pedrún

9,747

San Feliz de Torío

23,923

Pardave

12,585

Palazuelo

28,910

Matallana

15,736

Garrafe
  


Tren de mercancías fotografiado en la estación de Mercadillo-Villasana. Fotografía de Marcos Maté Luna





EL FERROCARRIL DE LA ROBLA EN SU 125 ANIVERSARIO (XXI)

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Las primeras locomotoras de vapor del Ferrocarril de La Robla fueron construidas por la Société Franco-Belge, en 1892. Fotografía de Xavier Santamaría
 
BELGAS, AMERICANAS, SUIZAS, PORTUGUESAS, TUNECINAS…
 
El ferrocarril de La Robla contó con uno de los parques motores más variados de la vía estrecha peninsular. Inició su andadura con 18 pequeñas máquinas destinadas al servicio de mercancías, construidas en 1892 por la firma belga Société Franco-Belge, acompañadas por otras cinco locomotoras construidas en Glasgow por Sharp Stewart en 1894 a las que se encomendó la tracción de los trenes de viajeros. Locomotoras demasiado modestas para una línea de esta envergadura, a punto estuvieron de provocar la ruina de la empresa, situación que no se remedió hasta la entrada en servicio de 16 máquinas tipo «Consolidation» adquiridas a la firma norteamericana Baldwin entre 1898 y 1917.
La firma escocesa Sharp Stewart suministró las primeras locomotoras para trenes de viajeros del ferrocarril de La Robla. Fotografía de Xavier Santamaría
 
Entre 1898 y 1917 el ferrocarril de La Robla adquirió 16 locomotoras tipo «Consolidation» a la firma norteamericana Baldwin. Fotografía de Xavier Santamaría
 
La construcción del ramal de León a Matallana implicó la compra de cinco magníficas locomotoras fabricadas por la firma alemana Linke-Hoffmann. También de origen germano eran las cuatro gigantescas locomotoras articuladas sistema «Garrat» adquiridas en 1929 para hacer frente al aumento del transporte del carbón en aquellos años. Dos fueron construidas por la firma alemana Hanomag y las otras dos, bajo licencia, por Babcock & Wilcox de Bilbao.
En 1921 La Robla adquirió dos elegantes locomotoras articuladas sistema Engerth a la firma alemana Krauss. Fotografía de Xavier Santamaría
 
Locomotora construida por la firma alemana Linke Hoffmann para el ramal de León a Matallana. Fotografía de Lawrence G. Marshall
 
Tras la Guerra Civil, el aumento del tráfico exigió incrementar el parque motor, pero ante la imposibilidad de comprar unidades de nueva construcción en España, La Robla recurrió al mercado internacional de ocasión. Así, adquirió locomotoras en Portugal, Suiza y Túnez. Asimismo, también circularon por sus vías máquinas procedentes del ferrocarril de minas de Cala (Sevilla), los Ferrocarriles Vascongados o de Sierra Menera.
Impresionante locomotora «Garrat» adquirida en 1929. Fotografía de Xavier Santamaría
 
Locomotora construida en Chequia por Skoda, adquirida de ocasión por el ferrocarril de La Robla en Portugal. Fotografía de Xavier Santamaría
 
En los años sesenta se inició la transición de la tracción vapor al diésel, primero con la incorporación de locomotoras diésel-eléctricas Alsthom y Creusot y, a partir de 1965, con diez magníficas máquinas suministradas por la norteamericana General Electric, acompañadas por ocho tractores de maniobras fabricados por la Naval en Sestao con motores Rolls Royce. Además, en los servicios de viajeros se introdujeron pequeños automotores de las firmas Billard y MAN. De este modo, a finales de la década las locomotoras de vapor habían sido retiradas definitivamente.
Impresionante doble tracción del correo de Bilbao a León proporcionada por dos locomotoras adquiridas de ocasión, en cabeza una máquina procedente de Suiza y tras ella una tunecina. Fotografía de Harald Navé
 
En los años cincuenta se inició la progresiva sustitución de la tracción vapor por la diésel. Fotografía de Rafael Fernández-Llebrez Puché
Giro a brazo de una locomotora General Electric de Robla en el puente giratorio de Cistierna. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
En 1965 La Robla adquirió ocho tractores de maniobras a la Naval de Sestao, dotados de motores diésel Rolls Royce. Fotografía de Xavier Santamaría
 
FEVE continuó con la progresiva modernización del parque motor de La Robla, con nuevas locomotoras para los trenes de mercancías y unidades diésel para los servicios de pasajeros. Sin embargo, todavía siguen activas las magníficas locomotoras General Electric que han superado el medio siglo de duro servicio.
FEVE ha introducido sus más modernas series de locomotoras diésel en las líneas de La Robla. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 

EL FERROCARRIL DE LA ROBLA EN SU 125 ANIVERSARIO (Y XXII)

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Primitivo coche de viajeros del ferrocarril de La Robla. Fotografía de Javier Aranguren Castro
 
COCHES Y VAGONES
 
Aunque el transporte de pasajeros siempre fue una actividad secundaria para el ferrocarril de La Robla, la empresa llegó a contar con cerca de ochenta unidades para este servicio. Las primeras fueron construidas en 1892 por la firma francesa St. Denis (París), en concreto, 25 coches de bogies a los que se unió un coqueto salón de dos ejes. Una década más tarde, la prolongación de la línea hasta Lutxana supuso la incorporación de otros seis coches, en este caso, de la británica Bristol. Por su parte, para el ramal de León a Matallana se adquirieron otros diez vehículos, construidos en Zaragoza por Carde y Escoriaza en 1923.
El ferrocarril de La Robla contaba con un coqueto coche salón. Fotografía de Jordi Casaponsa
 
Coche de viajeros adquirido para la ampliación de Balmaseda a Lutxana. Fotografía de Jordi Casaponsa
 
Furgón adquirido para la ampliación de León a Matallana. Archivo Histórico Provincial de Zaragoza
 
Al igual que sucedió con las locomotoras, tras la Guerra Civil, el ferrocarril de La Robla recurrió al mercado de ocasión para ampliar su parque de coches de viajeros, con la adquisición de 13 unidades a los Ferrocarriles Secundarios de Castilla y otras 19 al madrileño Ferrocarril del Tajuña.
Coche de viajeros adquirido de ocasión al Ferrocarril del Tajuña (Madrid). Fotografía de Xavier Santamaría
 
FEVE habilitó remolques de automotores MAN como coches de viajeros. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
Tren correo de Bilbao a León formado por coches procedentes de la adaptación de remolques de automotores "Apolo". Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
En todo caso, la especialidad del ferrocarril de La Robla era el transporte de mercancías, en especial el carbón. Por ello, no es de extrañar que llegara a contar con un parque de más de 1.500 vagones de todos tipos, entre los que, sin duda, destacaban los cerca de 1.200 abiertos de bordes altos, diseñados específicamente para el transporte de mineral.
Vagón para transporte de carbón construido para el Ferrocarril Hullero de La Robla a Valmaseda por la firma bilbaína Mariano de Corral. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Vagón cerrado, construido por Mariano de Corral. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Furgón para el jefe de tren de los trenes de mercancías. Fotografía de Jordi Casaponsa
 
Curioso furgón calderín para la generación de vapor con destino a la calefacción de los trenes. Fotografía de Jordi Casaponsa
 
Espectacular cuña quitanieves del ferrocarril de La Robla. Fotografía de Jordi Casaponsa
 
La mayor parte de los vagones de mercancías fueron suministrados por la industria española. Los primeros por la sociedad Aurrera de Sestao (Bizkaia), pero tras su desastroso resultado se recurrió a la firma catalana Material para Ferrocarriles y Construcciones. Posteriormente, Robla también adquirió vagones a otros fabricantes como Mariano de Corral y Euskalduna de Bilbao o la CAF de Beasain. Además, en sus talleres se reconstruyeron y fabricaron numerosas unidades.
Moderna tolva para el transporte de carbón utilizada por FEVE en el ferrocarril de La Robla. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
 

EL FERROCARRIL DE ALCOI A GANDÍA EN SU 125 ANIVERSARIO

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Tren del ferrocarril de Alcoi a Gandía esperando iniciar el viaje descendente en la estación de Alcoi. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Hoy, 25 de enero de 2018 se conmemora el 125 aniversario de la inauguración de uno de los ferrocarriles más recordados del País Valenciano, el añorado “tren dels anglesos” que durante cerca de 75 años enlazó el puerto de Gandía, en la provincia de Valencia, con la industriosa ciudad de Alcoi (Alacant).
 
A mediados del siglo XIX Alcoi era una de las poblaciones más industrializadas de España, en la que dominaban el sector textil y, sobre todo, el papelero. Sus fábricas habían nacido gracias a la potencia hidráulica de los ríos Barxel, Molinar y Riquer, que en este entorno se unen para formar el Serpis. Sin embargo, la evolución tecnológica de la época exigió sustituir los antiguos molinos por modernas máquinas de vapor, exentas de las limitaciones que presentaban los periodos de estiaje de los ríos, pero que, naturalmente, debían consumir carbón de importación, ya que no había yacimientos de este combustible en el entorno. De este modo, la necesidad de disponer de un medio de transporte de gran capacidad se hizo cada vez más acuciante ya que no solo era necesario para facilitar la salida de los productos de sus fábricas, sino también para poder acarrear el carbón que demandaban sus voraces calderas.
Estación de L’Ortxa. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Los primeros proyectos ferroviarios en Alcoi se remontan a los propios orígenes de este medio de transporte en el País Valenciano y, de hecho, en diversos estudios se barajó la posibilidad de desviar por el valle de Albaida la vía férrea de Valencia a Almansa (donde a su vez enlazaría con el ferrocarril de Madrid a Alacant), lo que habría facilitado la conexión con la industriosa ciudad alicantina. Sin embargo, la traza finalmente se tendió más al oeste, buscando un camino más directo hacia la Meseta por los valles de Moixent y Montesa, quedando Alcoi al margen de las nuevas vías de comunicación.
 
Tras diversos intentos, nuevamente infructuosos, la concesión otorgada por el gobierno a Ángel Calderón Martínez el 3 de septiembre de 1880 para construir un ferrocarril de vía estrecha desde Villena, estación de enlace con el ferrocarril de Madrid a Alcant, por una parte hacia Alcoi y por otra aYecla, hizo que renaciera la esperanza en la ciudad de los tres ríos. Sin embargo, iniciadas las obras con ímpetu e inaugurado el primer tramo entre Villena y Banyeres el 12 de abril de 1884, un año más tarde las dificultades económicas de la empresa promotora paralizaron los trabajos en las proximidades de Bocairent, frustrando nuevamente los anhelos alcoianos.
Paso de un tren del Alcoi-Gandía por el empalme con la línea de Carcaixent a Dénia. Fotografía de Jordi Casaponsa
 
Un nuevo proyecto, en este caso en vía ancha, comenzó a fraguarse en 1887 cuando José Campo Pérez, promotor de la principal compañía ferroviaria de la región, la de los ferrocarriles de Almansa, Valencia y Tarragona, obtuvo el 22 de julio una concesión para construir y explotar una vía desde Xàtiva hasta Alcoi, línea que en el futuro podría prolongarse por el interior hasta Alacant, lo que permitiría establecer una comunicación más directa entre Valencia y Alacant que la existente hasta entonces a través Almansa. Sin embargo, la construcción de esta línea también debió afrontar dificultades de todo tipo; desde la falta de recursos hasta la muerte de su propio concesionario, por lo que no llegó a ser completada hasta el 23 de septiembre de 1903, de la mano de la poderosa Compañía del Norte.
 
Sin embargo, el proyecto de ferrocarril de vía ancha de José Campo no era el único que pretendía llegar a Alcoi. De hecho, el mismo día en que el empresario valenciano obtuvo su concesión, el Ministerio de Fomento otorgaba otra para el establecimiento de una vía férrea de ancho métrico entre Alcoi y el puerto de Gandía al ayudante de Obras Públicas, político republicano y empresario Donato Gómez Trevijano. Curiosamente, aunque la fecha de ambas concesiones es la misma, el 22 de julio de 1887, la primera de ellas se publicó en la Gaceta de Madrid el 27 de dicho mes, mientras que la segunda no se hizo anunció hasta dos días más tarde, el 29 de julio.
Llegada de un tren procedente de Alcoi a Gandía. Fotografía de Jordi Casaponsa
 Frente a las dificultades que atravesaban los ferrocarriles que pretendían enlazar con Alcoi desde Villena o desde Xàtiva, el proyecto con origen en el puerto de Gandía se desarrolló con normalidad. El 22 de octubre de 1888 el gobierno aprobó el proyecto y dos meses más tarde el pliego de condiciones particulares. Además, para financiar su construcción, Gómez Trevijano recurrió al capital británico, de modo que el 3 de julio de 1889 se constituyó en Londres la “The Alcoy and Gandía Railway and Harbour, Cº. Ltd.”, sociedad a la que transfirió su concesión el 26 de agosto de ese mismo año.
 
El principal objetivo del nuevo ferrocarril era, sin duda, el transporte de los magníficos carbones británicos que llegarían por mar a los muelles de Gandía, mientras que la vía férrea facilitaría su acarreo hasta la industriosa Alcoi. Además, el puerto de la ciudad ducal jugó un papel fundamental en la propia construcción del tren, al facilitar la llegada de todos los materiales necesarios, desde los carriles hasta las locomotoras de vapor.
 
Las obras de construcción de la línea, adjudicadas a la firma británica Lucien Ravel and Company y dirigidas  por el ingeniero Philip P. Aynes, superaron las notables dificultades que ofrecía el terreno a recorrer, marcado por el gran desnivel existente entre Alcoi, situada a 561 metros sobre el nivel del mar, y Gandía, a orillas del Mediterráneo, en sus 53,355 kilómetros de recorrido jalonados por ocho estaciones. Pasos como la travesía del “Barranc de l’Infern” entre L’Orxa y Villalonga supusieron un notable reto que, a mediados de 1892 estaban prácticamente superados. De este modo, el 18 de julio de 1892 circulaba el primer tren oficial entre Gandía y Alcoi, formado por cuatro coches de viajeros remolcados en doble tracción por las locomotoras Nº 1 “Gandía” y Nº 8 “Alcoy”.
 
Al día siguiente, la composición retornó a Gandía, pero este viaje no supuso la apertura al tráfico de la línea. Por el contrario, las autoridades gubernativas se negaron a otorgar las autorizaciones definitivas mientras no se concluyeran algunas obras pendientes que consideraban imprescindibles para el buen funcionamiento del servicio. De este modo, la inauguración definitiva se retrasó otros seis meses, hasta que el 24 de enero de 1893, un nuevo tren, cargado de autoridades entre las que se encontraba el arzobispo Ciriaco Sancha Hervás y el político José Canalejas, diputado por Alcoi y Ministro de Fomento en la época en que se otorgó la concesión del ferrocarril, viajó desde Gandía a Alcoi. Al día siguiente, tras celebrarse una solemne misa en el templo de Santa María de Alcoi, los invitados, seguidos de una inmensa muchedumbre, se dirigieron a los andenes de la nueva estación, donde tras pronunciar las oraciones y discursos de rigor, se procedió a la bendición de las locomotoras.
 
Tras estos solemnes actos, los invitados montaron en el tren inaugural para viajar hasta Gandía, llegando a la ciudad ducal a las 12:30 para, de inmediato, continuar la marcha hasta el puerto, donde los marineros del cañonero Teruel, anclado en dicho puerto, dieron la guardia de honor a los pasajeros. Posteriormente, todos se dirigieron a unos grandes almacenes portuarios, donde se celebró un gran banquete con más de 300 comensales.
Primitivo coche de tercera clase del ferrocarril de Alcoi-Gandía. Fotografía de Xavier Santamaría. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Durante los 72 años en que la gestión del ferrocarril de Alcoi a Gandía se mantuvo en manos privadas siempre fue operado por una empresa independiente de otros ferrocarriles de su entorno con los que enlazaba; en Alcoi con la línea de vía ancha de la Compañía del Norte de Xàtiva a Alcoi; en Muro con el ferrocarril de vía métrica a Villena, Yecla, Jumilla y Cieza y en Gandía con la línea de vía métrica de la Compañía del Norte de Carcaixent a Dénia. El transporte ascendente de carbón y descendente de los productos manufacturados en la industria alcoiana, así como otras materias como aceitunas, algarrobas o naranjas, unido al tráfico de viajeros, dio vida a este pequeño tren valenciano hasta que el progresivo desarrollo de los transportes mecánicos por carretera le arrebataron buena parte de la clientela. Por otra parte, los discretos resultados económicos obtenidos en la explotación no permitieron afrontar una modernización integral del servicio y, de hecho, los trenes siguieron asegurados por las veteranas locomotoras de vapor y los no menos vetustos coches con los que se había inaugurado la línea en 1893 hasta su clausura en 1969.
 
A partir de 1965 la situación financiera de la compañía concesionaria del ferrocarril de Alcoi a Gandía se hizo insostenible, por lo que se vio obligada a abandonar la explotación, que fue provisionalmente asumida por la Explotación de Ferrocarriles por el Estado, antecesora de Feve, el 1 de febrero de 1965. Lamentablemente, la empresa estatal, constituida el 23 de septiembre de dicho año, desbordada por el constante rescate de líneas en condiciones similares, no fue capaz de afrontar la necesaria modernización de la línea y el 11 de abril de 1969 decretó su definitivo cierre, pasando a la historia el pequeño “tren dels anglesos”.

DESTRUYEN LA HISTÓRICA ESTACIÓN DE DEUSTO

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Hoy, la prensa de Bizkaia informa del derribo de la antigua estación de ferrocarril de Deusto en una actuación, al parecer, promovida por el Ayuntamiento de Bilbao, con autorización de la sociedad pública de infraestructuras ferroviarias de Euskadi, ETS-RFV. Esta destrucción de patrimonio destinado al transporte se ha hecho para construir en su lugar un parking de vehículos privados.


Lo más lamentable es que, hace tres años, la Consejera de Cultura del Gobierno Vasco, Cristina Uriarte,anunció en sede parlamentariaque las cinco estaciones históricas que, en el pasado, habían pertenecido a la empresa Ferrocarriles y Transportes Suburbanos de Bilbao, es decir, las de Plentzia, Derio, Neguri, Calzadas y la propia estación de Deusto, serían protegidas como patrimonio cultural. Desgraciadamente para el patrimonio cultural vasco, no ha sido así, no ha llegado a ser protegida y alguien ha aprovechado la coyuntura para eliminar una estación levantada a finales del siglo XIX y que, pese a las modificaciones que ha experimentado a lo largo de sus años de servicio, todavía conservaba buena parte de su fisonomía original.
La estación de Deusto fotografiada en los años veinte del pasado siglo. Colección de Paco Barriuso Apellaniz


La primitiva estación de Deusto estaba situada en el punto kilométrico 2,980 del ferrocarril de Bilbao a Las Arenas, inaugurado el 1 de julio de 1887. En 1900 la primitiva sociedad concesionaria fue adquirida por la Compañía de los Ferrocarriles de Santander a Bilbao que, a su vez, en 1947 dio paso a los Ferrocarriles y Transportes Suburbanos de Bilbao.

En 1977 Ferrocarriles y Transportes Suburbanos de Bilbao abandonó la explotación de sus líneas que, un año más tarde, fueron asumidas por la nueva administración vasca. La inauguración de la primera línea del metro de Bilbao supuso la pérdida de buena parte de su protagonismo, al quedar la histórica estación al margen del nuevo trazado ferroviario. Sin embargo, meses más tarde se integraría en la nueva línea de EuskoTren de San Ignacio a Lezama, manteniendo el servicio hasta el año 2010 cuando, con el inicio de las obras de la línea 3 de metro, se suspendió el servicio.


LOCOMOTORAS DIÉSEL (X), 352, 353, 354.... ¡Y MUCHO MÁS!

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No es necesario referir el impresionante trabajo de divulgación de nuestra historia ferroviaria que, desde hace años, está realizando Lluis Prieto a través de su línea editorial “Monografías del Ferrocarril”. De hecho, en este mismo blog ya hemos comentado algunas de sus más recientes publicaciones. Ahora, un nuevo volumen viene a completar la colección dedicada al estudio de la tracción diésel en los ferrocarriles españoles que, bajo el título Locomotoras diésel (X), desgrana, según su portada, la evolución de las series de locomotoras diseñadas para la tracción de los trenes Talgo: las 2000T, las 3000T y las 354.

Construcción de las locomotoras serie 2000T en Babcock & Wilcox. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

En esta ocasión, los dos autores del libro; Juan Carlos Casas Rodríguez y el propio Lluis Prieto i Tur, analizan en el libro la historia y evolución de las locomotoras diésel que durante más de 40 años encabezaron las diferentes series de trenes Talgo, con excepción de las 1-4T, ya tratadas en el noveno volumen de la colección. Sin embargo, tratar la tracción de los trenes Talgo es prácticamente indisociable de la historia de estas composiciones, por lo que el lector podrá encontrar abundante información sobre la evolución tecnológica de estos trenes y de los servicios prestados a lo largo y ancho de la geografía española.

Publicidad de Babcock & Wilcox con motivo de la construcción de sus primeras locomotoras diésel para Talgo. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

A lo largo de las 296 páginas de este nuevo volumen, el lector puede encontrar pormenorizada información sobre la génesis de las diversas series de locomotoras adquiridas por Renfe a partir de mediados de los años sesenta para la tracción de sus nuevos trenes Talgo III, primero, las diez unidades de la serie 2000T (más tarde, 352), las cinco primeras fabricadas en Alemania por Krauss-Mafffei y las cinco restantes bajo licencia por Babcock & Wilcox en Bilbao, pronto seguidas por una evolución del proyecto, las 3000T (UIC 353), desarrolladas específicamente para el arrastre del único tren español incluido en el entonces prestigioso club Trans Europ Express, el Catalán Talgo, que durante décadas enlazó Barcelona con Ginebra. Como muchos sabrán, tres de estas locomotoras fueron suministradas por Krauss-Maffei con bogíes de ancho internacional para poder remolcar el tren entre la frontera de Portbou y Suiza.

Cruce de la locomotora Virgen del Carmen con una Mikado en cabeza del tren del centenario de la línea de Alacant a Murcia. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 

El desarrollo de un nuevo tren Talgo, el pendular, exigió a principios de los años ochenta ampliar el parque de locomotoras específicas para estos trenes, con el nacimiento de la serie 354, construida también por Krauss-Maffei. Pese a una estética muy similar a la de sus predecesoras 3000T, en realidad aportaban importantes novedades, tanto a nivel de sus transmisiones como, sobre todo, una mayor potencia que, durante un tiempo, les permitió remolcar no solo las ligeras composiciones de Talgo sino también pesados expresos a Galicia y Extremadura.

La "Virgen de la Soledad" espera en Valencia Término hacerse cargo del Talgo Mare Nostrum hacia Alacant y Cartagena. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 

El volumen también estudia el último desarrollo de Talgo en tracción diésel, las cabezas tractoras BT que sirvieron de base para el futuro desarrollo de nuevos trenes de este fabricante, incluidas las series 130 y 730 de Renfe y que llegaron a batir el récord mundial en tracción diésel.

Las locomotoras de la serie 2000T circularon hasta Lisboa. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 

Locomotoras diésel (X), además de analizar los orígenes y servicios prestados por estas singulares locomotoras, también presenta una completa descripción de todos sus aspectos técnicos: motores, transmisiones, carrocerías, bogies, etc. Pero, además, incluye interesantes apéndices que, por una parte, permiten conocer con más detalle cómo se regularon las relaciones entre Patentes Talgo y Renfe para la compra, explotación y mantenimiento de estos trenes y, por otra, nos relata el retorno de los trenes Talgo a los Estados Unidos, donde desde 1994 prestan servicio en el noroeste de este país.

Locomotora 3000T fotografiada en Bilbao-Abando. Fotografía de Javier Aranguren Castro
 

En definitiva, Locomotoras diésel (X) es un nuevo trabajo que resulta imprescindible para todos los interesados en los diversos trenes Talgo que han trabajado en España desde mediados de los años sesenta.
La progresiva extensión de la tracción eléctrica redujo la necesidad de las locomotoras diésel en cabeza de los trenes Talgo. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi




 

LA BATALLA DEL TREN, EL TREN DE NEGRÍN

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El ferrocarril de los cuarenta días, más tarde de los cien días, está rodeado por un aura de misterio que lo han convertido en uno de los más grandes mitos ferroviarios de nuestro país. Construido entre Torrejón de Ardoz y Tarancón con el propósito de romper el sitio ferroviario al que estuvo sometido Madrid durante gran parte de la Guerra Civil, fue realizado en un tiempo récord, pese a no cumplir con los plazos que sugieren sus míticos nombres, sobre todo si se tienen en cuenta las terribles circunstancias en las que fue proyectado y realizado. Más de 10.000 personas entre militares, trabajadores, voluntarios y presos libraron una batalla tan decisiva como las que desarrollaban los soldados en los frentes de guerra.

Recientemente, José Luis Fernández Casadevete y Alfaro ha afrontado con rigor el estudio de la singular historia de este ferrocarril en un libro que, a través de sus 110 páginas, desgrana la evolución de este proyecto, esencial para la defensa republicana y que no solo sirvió para el abastecimiento de Madrid, sino también como arma de propaganda como demostración de la capacidad organizativa de la República.

Como señala el autor, finalmente no se cumplieron los plazos de construcción inicialmente divulgados por la propaganda, primero 40 días, más tarde cien, sino cerca de diez meses, para mantenerse en funcionamiento apenas un año, ya que finalizada la guerra, perdió su interés estratégico.

El progresivo cerco a Madrid por parte del ejército sublevado, que primero interrumpió la línea del Norte, poco más lejos la de Zaragoza y Barcelona, más tarde las de Extremadura y, finalmente, también las de Andalucía y Valencia, exigió construir una nueva línea que, con salida por la de Zaragoza, enlazase a partir de Torrejón con un nuevo trazado que permitiría conectar con la de Aranjuez a Cuenca en Tarancón. La operación preveía también la conclusión de las obras de prolongación de esta última línea para enlazar en Utiel hacia València, pero ante las grandes dificultades orográficas que presentaba esta opción, finalmente se decidió construir una nueva línea por las llanuras de La Mancha para conectar Villacañas con Santa Cruz de la Zarza y, de este modo, enlazar con la ruta ferroviaria tradicional a València y Alacant, lo que permitiría el abastecimiento regular de la capital española.

El autor describe en el libro como el proyecto de Torrejón a Aranjuez se dividió en 8 trozos para proceder a su ejecución simultánea, contando para ello con mano de obra de lo más variada; desde obreros profesionales hasta voluntarios de todo tipo, sin olvidar la presencia de presos comunes y políticos. El proyecto incluía también todo lo necesario para el alojamiento y mantenimiento de los obreros en los diferentes tajos.

La obra también incide sobre los condicionantes técnicos, sobre todo los que presentaba un terreno quebrado y con una geología poco favorable para la construcción de esta clase de infraestructuras. De este modo, se tuvieron que forzar rampas y radios de curva, mientras que la inestabilidad del suelo exigió la construcción de túneles artificiales, muros de construcción y otras obras inicialmente no previstas.

El trabajo de José Luis Fernández Casadevete permite al lector conocer de primera mano la evolución del proyecto y su breve pero compleja explotación. Además, invita a recorrer sus restos, su trazado y sus obras, algunas parcialmente aprovechadas por una vía verde y otras abandonadas, en las que se puede reflexionar sobre la sinrazón de la guerra observando unas impresionantes obras que apenas se utilizaron durante un año. En definitiva, un trabajo que contribuye a convertir el mito en algo palpable y real. Esperemos que futuros estudios de éste u otros autores contribuyan aun más al conocimiento de esta singular vía férrea y el de quienes la construyeron; voluntarios, profesionales y presos.

Como es habitual, los interesados en adquirir este libro pueden hacerlo a través del Kiosco Plaza Reina Mª Cristina, regentado por nuestro buen amigo Ramón Capín Roa, a través del correo kioscoplaza@telecable.es

 

HACE 115 AÑOS SE COMPLETÓ EL FERROCARRIL DE VALDEPEÑAS A PUERTOLLANO

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Tren mixto fotografiado en la estación de Granatula. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Un día como hoy, 24 de febrero, pero de hace 115 años, se completó la construcción de uno de los ferrocarriles de vía estrecha más pintorescos de nuestro país y el más largo de los establecidos con su reducido ancho de vía de 750 milímetros entre las caras interiores de sus carriles, la línea de Valdepeñas a Puertollano que sería surcada durante los siguientes sesenta años por sus simpáticos trenes de vapor.

Los orígenes de este ferrocarril que llegó a alcanzar una longitud de 76 kilómetros, se remontan al 24 de marzo de 1891, fecha en la que un grupo de empresarios alaveses encabezados por Pedro Ortíz de Zárate Ucelay obtuvo la concesión para la construcción de una vía férrea con la que pretendían enlazar la localidad manchega de Calzada de Calatrava con la estación de Valdepeñas, punto donde los viajeros y mercancías que transportasen sus pequeños trenes podrían trasbordar a los de vía ancha de la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante.
Tren mixto del ferrocarril de Valdepeñas a Puertollano en las inmediaciones de esta última localidad. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
El nuevo ferrocarril, que dispondría de estaciones en Valdepeñas, Moral de Calatrava, Montachuelos, Granátula y Calzada de Calatrava, tendría una longitud total de 42 kilómetros. Dado que el terreno no presentaba dificultades reseñables, su construcción se desarrolló con facilitad, de modo que hace 125 años, el 22 de diciembre de 1893, se inauguró con el boato propio de la época este primer trayecto. Así recogía el acontecimiento el Heraldo de Madrid que ese mismo día publicaba:
 
Hoy se ha celebrado en ésta la inauguración de la vía férrea de Valdepeñas á la Calzada de Calatrava, autorizada por Real orden del 14 del actual. Al acto ha concurrido todo el consejo de administración de la Compañía, un sacerdote de la Calzada, que bendijo el primer tren, algunas autoridades locales y muchas personas.
El primer tren, con la máquina Vitoria, salió de ésta para El Moral á las dos de la tarde, al grito de Viva España. Los beneficios que esta nueva vía proporcionará al Campo de Calatrava son incalculables.
Tren de mercancías del ferrocarril de Valdepeñas a Puertollano. Se observa tras la locomotora dos vagones cisterna para el transporte de agua. Fotografía de Martin Von Simson. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
No podemos evaluar si, como señalaba el cronista, los beneficios de esta nueva vía para el Campo de Calatrava fueron incalculables. Sin embargo, si es posible calcular los que el servicio reportó a la empresa concesionaria y, ciertamente, éstos fueron bien escasos. La media de viajeros transportados por cada servicio no superaba a los 38 pasajeros, mientras que el tonelaje anual movilizado era de unas 5.000 toneladas. En la actualidad, sería más que suficiente contar con un camión y un autobús para poder transportar estas cifras de viajeros y mercancías pero, claro está, a finales del siglo XIX la carretera no era alternativa. En todo caso, ante cifras tan bajas, la viabilidad de cualquier ferrocarril, incluso la de uno tan modesto y económico como el de Valdepeñas a Calzada de Calatrava, se veía claramente comprometida. No obstante, Pedro Ortiz de Zárate y sus socios, lejos de amilanarse, optaron por ampliar su negocio con la construcción de una nueva sección, de 34 kilómetros de longitud, con el propósito de llegar con sus vías hasta Puertollano.
 
Para materializar sus planes, la Compañía del Ferrocarril de Valdepeñas a Calzada de Calatrava solicitó la oportuna concesión al gobierno, que fue otorgada por la Reina Regente el 8 de julio de 1898, en un momento histórico particularmente difícil, en el que España atravesaba una de sus mayores crisis políticas ante la inminente derrota en Cuba frente al poderoso ejército de los Estados Unidos. En consecuencia, no fue fácil reunir los capitales necesarios para financiar la ampliación, pero finalmente se pudieron concluir las obras e inaugurar la línea el 24 de febrero de 1903, tal y como nos recuerda la Gaceta de los Caminos de Hierro:
Tren correo del ferrocarril de Valdepeñas a Puertollano circulando entre los famosos viñedos manchegos. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
El día 24 del próximo pasado mes de Febrero se celebró la inauguración oficial del trozo de vía férrea á Puertollano, prolongación del ferrocarril de Valdepeñas á la Calzada de Calatrava. En aquella comarca reina general satisfacción, porque conoce los beneficios que ha de reportar de este progreso, que facilita la exportación de sus productos.
 
Nuevamente, aunque es posible que este progreso reportara notables beneficios a la comarca, no lo hizo a la empresa concesionaria, cuya situación económica se deterioraba ejercicio tras ejercicio. La demanda, tanto de viajeros como de mercancías, siguió siendo escasa y, en consecuencia, el negocio resultaba ruinoso para sus promotores. Además, como por otra parte era habitual en esta clase de iniciativas, para la construcción de la línea se recurrió en exceso al endeudamiento, hasta el punto que, en 1906, fue preciso alcanzar un acuerdo con los acreedores de la Compañía que tomaron el control de ésta, apartando de su dirección a su promotor inicial; Pedro Ortiz de Zárate. Pocos años más tarde el pequeño tren emprendería uno de los tráficos de mercancías más singulares realizados en nuestro país por ferrocarril: el transporte de agua potable extraída en diversos pozos propiedad de la Compañía situados en Moral de Calatrava, con la que se abastecía la población de Valdepeñas.
Tras rendir viaje en Valdepeñas, el fogonero limpia la caja de humos de la locomotora. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Pese a este singular transporte de agua, en una tierra que, por otra parte, es famosa por sus vinos, el ferrocarril de Valdepeñas a Puertollano siguió siendo un negocio ruinoso, con una explotación que apenas permitía más que mantener un precario servicio, sin recursos para poder mejorar su material móvil o, incluso, para garantizar la seguridad de los trenes, como consecuencia de la rápida degradación de la vía. Las ayudas estatales otorgadas gracias al Estatuto Ferroviario de 1925 permitieron adquirir algunos coches y vagones, construidos por Material Móvil y Construcciones de Zaragoza y por la CAF de Beasain, respectivamente, pero estas modestas mejoras no sirvieron más que para prolongar la agonía. Finalmente, ante su angustiosa situación financiera, la Compañía concesionaria decidió anunciar en todas sus estaciones el cese del servicio el 1 de febrero de 1932.
 
Pese al anuncio, la explotación finalmente no se suspendió, al ser asumida por un comité obrero con el apoyo de los ayuntamientos de la comarca y las promesas del gobierno para su pronta nacionalización, aunque esta no se materializó definitivamente hasta el 1 de abril de 1934.
Un tren correo circula por una trinchera en las proximidades de Valdepeñas. Fotografía de Martin Von Simson. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
La incorporación del ferrocarril de Valdepeñas a Puertollano a la Explotación de Ferrocarriles por el Estado hizo albergar esperanzas de una pronta modernización de las instalaciones y el servicio de este pequeño tren. Lamentablemente, el inicio de la Guerra Civil paralizó todos los proyectos. Más tarde, finalizado el conflicto bélico, se llegó a estudiar, primero, el cambio de ancho de vía para implantar el normal español y, más tarde, tras la integración en la Explotación de Ferrocarriles por el Estado de la línea vecina de Peñarroya a Puertollano, el establecimiento de la vía métrica.
 
Lamentablemente, ninguno de los proyectos de modernización llegó a materializarse y sus pequeños trenes, la mayoría construidos entre 1893 y 1903, cada día más envejecidos, continuaron atendiendo penosamente el servicio. Finalmente, ante el imparable desarrollo de los transportes por carretera, el pequeño tren recorrió por última vez los Campos de Calatrava el 31 de agosto de 1963. Poco después, se procedió al levante de sus vías y al desguace de sus pintorescas locomotoras, coches y vagones. La posterior roturación de buena parte de la explanación, reintegrada a su originaria función agrícola, ha dificultado, al menos por el momento, su recuperación como vía verde.
Llegada del tren correo a la estación de Valdepeñas. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

JOSÉ MARÍA ZABALA ORTÉS DE VELASCO

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Retrato de José María Zavala Ortés de Velasco. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Uno de los aspectos más singulares del modesto ferrocarril de Valdepeñas a Puertollano es que sus promotores procedían de tierras muy alejadas de La Mancha. De hecho, la mayoría tenían origen alavés, comenzando por su promotor, Pedro Ortiz de Zárate Ucelay, empresario, industrial y terrateniente, propietario de una extensa finca agropecuaria en la comarca. Ortiz de Zárate fue capaz de movilizar a diversos inversores de su ciudad natal, Vitoria, para financiar la construcción de este ferrocarril manchego, algo que llama verdaderamente la atención si se tiene en cuenta que, a finales de siglo, la capital alavesa apenas contaba con poco más de veinte mil habitantes y carecía de un tejido financiero e industrial de entidad. Es más, en los mismos años en que estos inversores emprendieron su aventura ferroviaria en La Mancha, se habían paralizado los trabajos de construcción del ferrocarril Anglo-Vasco-Navarro, que albergaba el propósito de unir Vitoria con Estella, por una parte, y con Bergara y Gipuzkoa, por otra.
 
Entre los miembros más destacados del Consejo de Administración de la Compañía del Ferrocarril de Valdepeñas a Puertollano cabe destacar a José María Zavala Ortés de Velasco, quien en una primera etapa ostentó el cargo de Secretario del consejo y, tras la marcha de Pedro Ortiz de Zárate, le sustituyó en la presidencia de la sociedad concesionaria hasta su muerte en 1916.
Diverso personal ferroviario posa ante la locomotora Nº 3 “Bélgica”. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Nacido en Bayona (Francia) el 20 marzo de 1840, José María Zavala procedía de una familia de gran arraigo en Vitoria y ostentaba el título de VI Marqués de la Alameda, heredado de su madre, cuya familia contaba con numerosas propiedades rurales en Álava y Gipuzkoa, así como los mayorazgos de las Casa de Alameda y Zabala. Asimismo, era el V Marques de Villafuerte.
 
Pese a sus orígenes aristocráticos, José María Zavala se implicó en diversos proyectos empresariales ya que junto al ferrocarril de Valdepeñas a Puertollano, también participó en industrias como la fábrica azucarera de Vitoria, fundada en 1900. Además ostentó diferentes cargos como presidente del Consejo Provincial de Agricultura y jefe de Fomento de la provincia de Álava, vocal de la junta provincial de Instrucción Pública, secretario de la Real Junta Diputación de Pobres de Vitoria, secretario de la Asociación de Socorros Domiciliarios y clavero de la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol de Vitoria. También tuvo una intensa vida social como presidente del comité alavés del Real Automóvil Club de España, presidente del Orfeón Vitoriano, académico de Ciencias de Observación, tesorero de la Academia Cervántica de Vitoria y presidente del Ciclo Alavés Peña Velocipedista. Por otra parte, su actividad en la vida política de la época fue también muy intensa, siendo Diputado por el distrito de Vitoria entre 1884 y 1888, presidente de la Diputación Provincial, senador por Álava de 1903 a 1905 y alcalde de Vitoria, ciudad en la que falleció el 1 de noviembre de 1916 a los 76 años de edad.

EL TREN MÁS LENTO DE ESPAÑA

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La vista desde la cola de este largo tren mixto ofrece una falsa sensación de velocidad. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Pese a su modestia, el ferrocarril de Valdepeñas a Puertollano fue, al menos en un campo, superior a todos los ferrocarriles españoles: ¡sus trenes de pasajeros eran los más lentos de todo el país!
 
En efecto, si se consultan los horarios de los servicios ofrecidos por este modesto tren manchego se puede observar que era necesario invertir, ni más ni menos que cuatro horas y treinta y seis minutos para cubrir los 76 kilómetros que separaban Valdepeñas de Puertollano, lo que representa una velocidad media de 17,81 kilómetros por hora. Desde luego, esta cifra contrasta abruptamente con los registros que cada día marcan los trenes que en la actualidad pasan a pocos metros de su primitiva terminal puertollanense: los AVE de la línea de Alta Velocidad de Madrid a Sevilla.
 
Curiosamente, el tramo más moderno, el comprendido entre Campo de Calatrava y Puertollano, era en el que los trenes alcanzaban sus peores registros; 13,74 kilómetros por hora, frente a los 20,15 que obtenían en la sección de Valdepeñas a Campo de Calatrava. Este hecho se debía a la orografía, algo más difícil en este tramo que transcurría entre pequeños cerros, muchos de ellos de origen volcánico, frente a la plácida llanura de la primera sección. Por otra parte, la baja velocidad de los trenes también estaba motivada por las escasas prestaciones de sus modestas locomotoras de vapor y, sobre todo, por el deficiente estado en que se encontraba la vía férrea, en la que nunca llegó a realizarse la más mínima renovación de carriles y traviesas.
Horario en vigor en el ferrocarril de Valdepeñas a Puertollano en septiembre de 1954. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
 
El servicio ferroviario siempre fue escaso y como se puede observar en la Guía Horario de septiembre de 1954, estaba reducido prácticamente a su mínima expresión. Únicamente un tren correo recorría a diario la línea en toda su extensión, abandonando los andenes de Valdepeñas a las 7:00 horas para rendir viaje en Puertollano a las 11:36. El regreso se realizaba por la tarde, con salida a las 13:41 y llegada a las 18:17.
 
Martes, jueves, sábados y domingos también circulaba un tren mixto, con salida de Valdepeñas a las 13:54 y llegada a Puertollano a las 18:30, mientras que los lunes, miércoles y viernes su recorrido se veía limitado entre Valdepeñas y Calzada de Calatrava, con llegada a las 16:02. A la inversa el mixto cubría toda la línea los lunes, miércoles, viernes y domingos, siendo por tanto el último día de la semana el único en el que la línea registraba dos circulaciones completas de ida y vuelta. En este caso, partían de Puertollano a las 6.47 de la mañana, para rendir viaje en Valdepeñas a las 11:23. Los martes, jueves y sábados también circulaba un tren mixto entre Calzada de Calatrava y Valdepeñas, con salida a las 6.33 y llegada a las 8:41.
Una vez al día (dos los domingos), la estación de Campo de Calatrava bullía de actividad al cruzarse en sus dependencias el tren correo con el mixto. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Los cruces de los trenes mixtos y correos se verificaban en la estación de Calzada de Calatrava, verdadero corazón de este pequeño ferrocarril, salvo con los mixtos de Calzada de Calatrava a Valdepeñas, que lo realizan en Moral de Calatrava.

EL RETORNO DE UN GRAN CLÁSICO: INDUSTRIAL RAILWAYS AND LOCOMOTIVES OF SPAIN

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Desde que en 1968 la Industrial Railways Society publicase la obra Industrial locomotives and Railways of Spain and Portugal de R. S. Fraser, este pequeño libro de bolsillo se ha convertido en un trabajo imprescindible para todos los interesados por la historia de los ferrocarriles industriales en nuestro país.

En una época en la que la afición al ferrocarril se encontraba en España en mantillas, fueron pocos los ejemplares que llegaron a nuestro país, por lo que muchos de los que posteriormente hemos estudiado la materia nos hemos visto obligados a recurrir a fotocopias, que generalmente eran, a su vez, copias de otras fotocopias, deslavadas y borrosas, en las que las escasas fotografías no eran sino negros manchurrones en las que nada o casi nada se podía apreciar. En mi caso, la primera noticia sobre esta publicación imprescindible me llegó en 1981 de la mano del conocido aficionado británico Jeremy Wiseman, quien me pasó una fotocopia que aun conservo.

Transcurrido medio siglo desde la publicación del libro de Fraser, se ha publicado una nueva edición, capitaneada en este caso por otro conocido aficionado británico, Paul Spencer, que permitirá a todos los interesados conocer esta obra imprescindible, debidamente corregida y notablemente aumentada. Los cambios sobre la versión original no se limitan a una pequeña modificación del título y del ámbito de estudio; la nueva versión se titula Industrial railways and locomotives of Spain, variando el orden inicial de "locomotives" y "railways" y centrando su ámbito de estudio exclusivamente en España, sino que amplia notablemente los contenidos de la publicación hasta alcanzar las 518 páginas, frente a las 86 de la versión de 1968.

La nueva obra se divide en cinco grandes apartados. El primero de ellos mantiene el esquema original de la obra de Fraser, analizando todos los ferrocarriles industriales españoles provincia a provincia, en orden alfabético. El trabajo amplia notablemente las informaciones aportadas por el libro de 1968 y, como éste, no se limita únicamente a estudiar ferrocarriles mineros e industriales, sino que también aporta información sobre las locomotoras existentes en pequeños ramales y apartaderos.

El segundo apartado supone una notable novedad sobre la edición de 1968, ya que analiza las locomotoras utilizadas por las diferentes empresas dedicadas a la construcción y el mantenimiento de vías férreas, algo que por primera vez se realiza de forma sistemática en España. En el tercero se amplia esta temática al estudiar también las locomotoras propiedad de uniones temporales de empresas y otras alianzas para la realización de grandes obras públicas.

Dado que una de las fuentes principales para la realización de este trabajo ha sido el sistemático vaciado de las listas de los diferentes constructores mundiales de locomotoras, el cuarto apartado está dedicado a las locomotoras que según estas fuentes fueron suministradas a España, pero de las que se desconoce su destino final. La sola constancia de la existencia de estas máquinas puede ser una pista muy valiosa para descubrir el material motor que pudo circular en ignotas líneas y apartaderos.

El último apartado del libro de Paul Spencer recopila todas las locomotoras, automotores y tranvías preservados en la actualidad en España, aportando una valiosísima visión global sobre la materia en nuestro país. Por último, en las últimas 83 páginas presenta una variada colección de fotografías, en blanco y negro o color y la mayoría inéditas, de las locomotoras industriales de nuestro país más interesantes a juicio del autor.

La publicación de Industrial railways and locomotives of Spain es, por tanto, una de las mejores noticias editoriales en el sector ferroviario que podíamos esperar. Ahora podremos guardar con cariño y cuidado las viejas fotocopias y disfrutar de esta edición de gran calidad que nos permitirá tener un conocimiento mucho más preciso de los miles de locomotoras industriales que han circulado en nuestro país.

Los interesados, pueden comprar este libro en la siguiente web: https://rail-books.co.uk/products/industrial-railways-and-locomotives-of-spain-9781901556964

 

140 AÑOS DE HISTORIA FERROVIARIA EN VIGO

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Vista de la primitiva estación de Vigo. Año 1878. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

La rica historia del ferrocarril en Vigo arrancó hace 140 años, cuando el 17 de marzo de 1878 entró en servicio la línea que enlazaba la capital olívica con la vecina Tui. La nueva vía nacía con la doble vocación de comunicar, por una parte, con el interior peninsular, a través del enlace de Redondela y Orense, y, por otra, con Portugal, mediante un puente internacional sobre el Miño, que permitiría la comunicación con la ciudad portuguesa de Valença do Minho. Sin embargo, la materialización de ambos proyectos fue particularmente larga y difícil.

En realidad, para encontrar los orígenes del primer ferrocarril en Vigo hay desplazarse tanto en el espacio como en el tiempo ya que fue la modesta compañía del ferrocarril de Medina del Campo a Zamora la que, a partir de 1863, impulsó su construcción. ¡Más de quince años de obras y un sinfín de contratiempos para poder poner en servicio los 37 kilómetros que separan Tui de la capital olívica!

La concesión para el establecimiento de una vía férrea entre Orense y Vigo fue otorgada el 12 de marzo de 1863 al empresario Juan Florez quién el 30 de mayo del mismo año cedió todos sus derechos a la modesta compañía del ferrocarril de Medina del Campo a Zamora, que entonces se encontraba en construcción. Pese a la enorme distancia que separaba su concesión original de la línea gallega, los promotores de esta sociedad esperaban poder implantar una gran red ferroviaria que, con centro en Zamora, permitiera alcanzar Astorga, Salamanca, León, Orense y Vigo. Sin embargo, su enorme ambición no se vio acompañada de los necesarios recursos económicos para poder afrontar con solvencia proyectos de semejante envergadura.

Por el contrario, la evolución de los proyectos de la concesionaria, rebautizada el 27 de mayo de 1865 como Compañía de los Ferrocarriles de Medina a Zamora y de Orense a Vigo (MZOV), estuvo marcada por toda clase de contratiempos. El 28 de mayo de 1864 pudo poner en servicio el tramo comprendido entre Medina del Campo y Zamora, de fácil construcción al transcurrir por el amplio valle del Duero. No sucedió lo mismo con la sección gallega, cuyas obras, iniciadas simbólicamente el 23 de julio de 1863 en la viguesa playa de Guixar en la que estaba previsto emplazar la estación de viajeros, se vieron dificultadas por todo tipo de factores: desde la compleja orografía de la zona, hasta la climatología, que dificultó la descarga de los materiales precisos en el puerto de Vigo y provocó numerosos deslizamientos de tierras e inundaciones que destrozaron en varias ocasiones lo ya construido.

La escasez de recursos económicos de la empresa promotora provocó que en octubre de 1865 los más de 5.000 obreros que trabajaban en la construcción de la explanación abandonaran las obras ante la declaración en suspensión de pagos del contratista, Rafael Beltrán de Lis, banquero y también miembro del Consejo de Administración de MZOV. Durante dos años las obras quedaron abandonadas y no se retomaron hasta el 1 de julio de 1867, fecha en que la sociedad concesionaria adjudicó su continuación al contratista Rafael Ravena.

Pese al cambio de contratista, la falta de fondos siguió ralentizando la marcha de las obras, que solo adquirirían cierto impulso gracias a una subvención del Gobierno otorgada en 1869, con la que el número de trabajadores en los diversos tajos pudo ascender a cerca de 7.000 personas. No obstante, los gastos pronto superaron las previsiones del proyecto, aunque se intentó economizar al máximo, suprimiendo varios túneles y reduciendo la longitud de otros con el fin de abaratar las obras a costa de un trazado cada vez más sinuoso que, en el futuro, encarecería la explotación. En consecuencia, no fue posible cumplir el compromiso de terminar las obras para el 24 de noviembre de 1873.

Interior de la primitiva estación de Vigo. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

En los siguientes años, nuevos inconvenientes vinieron a frenar aún más las obras. Los problemas económicos de MZOV se vieron incrementados al no atender el servicio de sus obligaciones, lo que acarreó las consiguientes demandas judiciales de sus acreedores, a lo que se sumó el incumplimiento del contrato por parte del suministrador de los carriles y la convulsa situación política del país, tras las sucesivas caídas de las monarquías de Isabel II y Amadeo de Saboya, seguidas por la efímera experiencia de la Primera República. En este contexto, en 1874 MZOV no tuvo otra opción que presentar la suspensión de pagos.

La recuperación de la normalidad política en el país coincidió con la firma de diversos acuerdos con los acreedores, lo que permitió la progresiva conclusión de las obras, hasta el punto que,el 31 de julio de 1877, se aprovechó un viaje institucional del Rey Alfonso XII aGalicia para proceder a la inauguración oficial de la sección comprendida entre Redondela y Vigo. Sin embargo, los viajeros y las mercancías tuvieron que esperar algunos meses más, ya que las instalaciones todavía no estaban preparadas para poder emprender el servicio público ni se contaba con el material motor y remolcado preciso. En consecuencia, la definitiva apertura no tuvo lugar hasta el 17 de marzo de 1878 y limitada exclusivamente al tramo de Tui a Vigo, donde según anunciaba la Gaceta de los Caminos de Hierro, a partir de dicha fecha se estableció un tren mixto diario, con salida de Vigo a las 8:20 y llegada a Tui a las 10:10, lo que suponía una velocidad media de 20,18 kilómetros por hora. El regreso se verificaba a las 15:30 para retornar a la ciudad olívica a las 17:20. Además, los sábados el servicio se podía ver reforzado con un tren discrecional, con salida de Tui a las 6:00 horas y llegada a Vigo a las 7:50, que regresaba a las 13:11 para alcanzar la ciudad fronteriza a las 14:22. Este último viaje era notablemente más rápido que los anteriores, al invertir únicamente una hora y once minutos en cubrir los 37 kilómetros de distancia, a una media de 31,2 kilómetros por hora.

Completar la construcción del ferrocarril hasta Orense todavía exigió su tiempo, ya queno quedó definitivamente concluida hasta 1881, tras abrirse al tráfico en sucesivas fases:
  • 18 de junio de 1878, Caldelas a Tui, 5,06 km
  • 10 de noviembre de 1878, Salvaterra-Caldelas, 8,03 km
  • 25 de septiembre de 1879, As Neves-Salvaterra, 6,78 km
  • 25 de diciembre de 1880, Arbó-As Neves, 12,48 km
  • 18 de junio de 1881, Orense-Arbó, 62,39 km

Tren de mercancías de Renfe fotografiado en las proximidades de la estación de Vigo. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
 Todavía fue preciso esperar al 1 de julio de 1884 para que MZOV pudiera concluir el ramal que comunicaba Redondela con la capital provincial, Pontevedra, y al 25 de marzo de 1886 para la apertura de la conexión internacional de Tui a Valença do Minho, lo que a su vez supuso el enlace ferroviario entre Vigo y Porto.

El lento goteo de inauguraciones de las líneas gallegas de MZOV es el mejor reflejo de las enormes dificultades financieras que, en todo momento, arrastró esta compañía. Además, su definitiva puesta en servicio no contribuyó a mejorar su situación, dado que  los resultados económicos nunca fueron lo suficientemente positivos como para poder afrontar la gran deuda financiera que arrastraba y, mucho menos, el ambicioso proyecto de conectar Zamora con Orense a través de una de las regiones más despobladas y con orografía más compleja de todo el país. En consecuencia, este proyecto quedó postergado en beneficio de una conexión más sencilla con la red ferroviaria española: la línea de Orense a Monforte, punto de enlace con las vías de la Compañía del Norte, abierto al servicio el 15 de mayo de 1885.

Durante años, el proyecto de unión entre Zamora y Orense quedó prácticamente olvidado y, de hecho, no sería recuperado hasta la aprobación del Plan de Ferrocarriles de Urgente Construcción impulsado por el ministro de Fomento de la Dictadura de Primo de Rivera, el Conde de Guadalhorce. Pese a que voces acreditadas como la del ilustre ingeniero Eugenio Rivera consideraron esta obra un auténtico dislate dado el coste que exigiría la construcción de grandes infraestructuras como el impresionante viaducto de Martín Gil o el túnel del Padornelo, de 5.971 metros de longitud, en un territorio despoblado y que apenas podría aportar tráficos a la vía férrea, el gobierno impulsó su construcción, aunque su terminación no tendría lugar hasta el 1 de julio de 1957.

 
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